domingo, 20 de abril de 2014

La saeta

Difícil es encontrar un sevillano que no tenga algo de nazareno y más difícil es aún encontrarlo durante la semana santa de Sevilla. El corazón del sevillano, catalizado por el aroma del azahar, el incienso y la cera, precipita fervores y emociones raramente encontradas en otras partes del mundo. Es una semana que se vive 25 horas al día, terminando para la mayoría en el domingo de resurrección.

Paco Cruz ( amigo de la familia de siempre) lleva dentro permanentemente la semana santa; todos los días del año. Paco es un hombre que sigue la fe de Cristo. Sin proselitismos, predica con el ejemplo practicando viejas obras de caridad que muchos hemos olvidado. Paco visita a los enfermos y da de beber al sediento, entendiendo que no sólo de agua se siente sed. Y si sabemos de su bondad no es porque él la publica sino porque es imposible que sus obras pasen desapercibidas. Durante todo el año Paco va a su trabajo, a su negocio y luego va a las casas de los necesitados o personas solitarias a hacerles compañía.

Pero cuando llega semana santa sale del anonimato y con orgullo expone su fe públicamente.
Paco compone sus propias letras y una de ellas dice así:

            
                                          Capataz, ¡Cómo te tiemblan las manos
                                          cuando haces la llamá!
                                          sabiendo que es soberano,
                                          ar que vas a levantá,
                                          ¡Y pare de tó los gitanos!


Pero si las letras son bonitas, más impresionante aún es su estilo de cante. Difícil esto, en una ciudad donde tenemos saeteros consagrados. También los hay que en vez de cantar parecen que le estén riñendo a la virgen. Y es que el misticismo, la espontaneidad, el dolor y emociones de la saeta no pueden mejorarse con gritos y aspavientos profanos. La saeta debe salir de dentro; cantarse con el corazón, no con la garganta.

Hay concursos de saetas donde cantan agarraos a una silla o frente a una cámara. Aquellos que quieran ver la diferencia, no tienen más que ir un viernes santo a los gitanos.