lunes, 21 de noviembre de 2016

Hispalis romanae est

                                                                                         (5ª parte)


               Epigrama a Marcus Valerio

                                                                                                      Continuación...
                                                                                  

      ¿Te acuerdas de Petronio? Sigue tan petulante y vulgar como siempre. Pagó un dineral para entrar en la orden  de caballería y desde que lo aceptaron no hay quien lo aguante. Va por el mercado, presumiendo, seguido de todos sus clientes que le pagan así con adulaciones, pues él prefiere el pelotilleo ya que los denarios le sobran. No obstante, mucha gente le da de lado y se esconden cuando lo ven venir. Sabes lo pesado que era; ahora es peor. No para de recitar poesías tan vulgares y mediocres que las Musas se tiran de los pelos. Recordarás cómo rabia por invitar y codearse con la aristocracia. Si alguna vez has estado en su casa, sabrás como no para de fanfarronear y presumir de sus propiedades, sus viñas, sus caballos, etc. No puede poner un plato en la mesa sin antes anunciarlo con corneta y publicar cuánto le ha costado cada ingrediente. Y al igual que Trimalco, cuando menos te lo esperas, en medio de la cena e incluso en compañía de damas, se tira un pedo o un eructo tan sonoro que puede competir con Vesubio. 

     ¿Cómo es posible que un hombre tan bajo sea ciudadano romano y encima caballero? Pero el denario vale más que la nobleza y se compran títulos. Yo me he hecho una promesa: Que cada vez que, por razones sociales tenga que soportar a Petronio, voy a liberar a uno de mis esclavos. ¡Qué menos! Mis esclavos saben leer y escribir y tengo uno que sabe incluso dividir por cuatro. Mientras este Petronio no sabe ni hablar bien el latín. (Aquí hago un inciso; fueron los cancilleres de Carlomagno quienes redactaban las leyes en latín, y el mundo culto escribe y se entiende en latín, Hasta nuestros días sigue siendo la lengua de la iglesia romana).

     En cambio, el hijo de Séptimo Pontifico, Claudio, acaba de venir de Atenas donde aprendió retórica y geometría. Tiene apenas 20 años y ya se le ve porte de gran político. Creo que también se va para Roma dentro de poco porque el padre quiere casarlo allí con una familia de alto prestigio. Parece ser que los buenos, como Trajano, terminan en Roma. Mientras nosotros nos quedamos con los Petronios.

     En cuanto a las damas hispalenses se diría que muchas son hijas de Petronio. Antes las mujeres no tenían tiempo para nada, mas que el trabajo de la casa. Pero ahora, con toda esta prosperidad y paz que estamos sufriendo, salen a la calle y se comportan como las bailadoras de Gades. Gestos y palabras vulgares son la orden del día.

     ¡Y después durante la cena, se atreven a hablar de política! ¿ A dónde vamos a llegar?

     Querido primo, nunca te cases con una mujer que haya estudiado persuasión y controversia. O que haya leído a Virgilio. No hay nada peor que una lengua educada femenina que sepa más que el hombre y encima lo regañe a cada momento.

     Te digo primo, que tenemos demasiados forasteros en Híspalis. estamos a punto de perder nuestras tradiciones y "culto deorum". Y la vanguardia de este movimiento liberal son nuestras mujeres, que de pronto se han creído que son iguales que nosotros. ¡ Que los doce dioses nos protejan, si alguna vez una mujer llega a ser emperatriz de Roma!

     (Y cambiando el tema)... Ahora en Híspalis ni se duerme ni se deja dormir. En esta ciudad sólo duermen los ricos y es porque no duermen en la ciudad, lo hacen en sus villas rústicas o en Itálica.

     Los ruidos de las carretas, con ejes sin grasa y mal ajustados, las maldiciones y juramentos de los carreteros, las carcajadas de las bailadoras, los cantes agoniosos de los borrachos. Todo esto a las dos o tres de la mañana. Y cuando por fin crees que puedes pegar un ojo, a las siete o a las ocho de la mañana, los niños recitando a Ovidio, o peor aún, multiplicando por tres. O los gritos del que vende las sardinas, la vecina que se pelea con la de enfrente, los caballos de la omnipresente pareja de guardias, el martilleo incesante de la fragua, acompañado por ese cante de quejíos tristes y monótonos, el edil llamando a los mercaderes para imponer los nuevos precios, etc, etc.

     Y si no puedes dormir, no creas que puedes salir a la calle de noche como solíamos hacer antes. Solamente en grupo o con un guardaespaldas puede uno aventurarse en la noche. Y si de día nos quejamos de la cantidad de romanos que se ven por todas partes, de noche no se ve ni uno. ¿Dónde se meten cuando hace falta?

     ¡Ah!, pero ni en tu propia casa te encuentras a salvo, pues los rateros encuentran la forma de entrar, a pesar de cerrojos y rejas, y a veces lo hacen ( no lo vas a creer) incluso armados. ¡Una vergüenza! Esto no se ha visto nunca. ¡Gloriosos aquellos días donde en Híspalis sólo había una cárcel y casi siempre estaba vacía!

     
     


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